En nuestra sociedad la violencia va tomando formas insospechadas, vemos incluso niños que se agreden a las afueras del colegio. En cuanto a la violencia en las relaciones de pareja, esta sigue siendo machista, ya que si una mujer le pega a un hombre, a ese hombre se le considera poco hombre o débil, en cambio, si un hombre le pega a una mujer merece la cárcel. La violencia es violencia tanto cuando el hombre agrede como cuando es agredido.
Si nos enfocamos en las consecuencias, en la mayoría de los casos cuando se hace frente al tema, se produce el alejamiento de parte del victimario, lo que afecta demasiado cuando hay niños de por medio.
A pesar de que existe violencia tanto de hombres hacia mujeres como de mujeres hacia hombres, reconocemos que hoy la violencia contra la mujer es la que más se ha hecho visible, especialmente en nuestro país por el crecimiento en los femicidios o intentos de femicidios que cada semana vemos en la noticias. La violencia intrafamiliar tiene condenas deficientes, y para el victimario, si está acostumbrado a ser violento es difícil que pueda recuperarse sin una verdadera ayuda. El pago de este delito con cárcel no soluciona el daño ya hecho ni enfrenta de raíz este mal. Además en ocasiones la familia del victimario queda insatisfecha y desarrolla el rencor, el odio y la venganza, empezando una cadena cuyo resultado solo trae más odio y venganza, y estas cadenas solo las puede parar un cristiano de verdad, alguien que tiene sus valores bien desarrollados, que sabe que hacer el bien a medias no siempre es lo más adecuado, personas como Don Orione, San Alberto Hurtado, etc, esa clase de personas puede parar las cadenas de odio y venganza.
No basta, por tanto, solo condenar el delito, es urgente prestar atención a las partes involucradas, tanto agresor como víctima. Por ejemplo, ¿qué hubiese hecho San Luis Orione si su padre hubiese violentado a su madre? Lo más probable es que Don Orione hubiese encauzado toda su enojo a través de la Iglesia, transformándolo en misericordia activa hacia el agresor, rezando y pidiendo por el perdón de su padre, pero también ayudándolo a rehabilitarse sin alejarse nunca de su lado.